Manifiesto: En este Orgullo nuestra rabia es lúcida y la vergüenza política
Llegamos al día del Orgullo en un contexto de crisis mundial de derechos humanos y al borde de la Tercera Guerra Mundial, con un notable estancamiento y retroceso en materia LGBTI en Venezuela y el mundo. Por ello este año queremos expresar la RABIA y la VERGÜENZA que sentimos ante organismos internacionales, multilaterales e instituciones “democráticas y revolucionarias”, antifascistas, anticapitalistas, antimperialistas, antirracistas y decoloniales del Estado en las que hemos depositado la confianza que, aunque han avanzado en la protección de otros grupos vulnerados históricamente, parecieran estar sirviendo a intereses sectaristas de elites políticas cristianas que por supuesto son coloniales, racistas, clasistas, imperialistas, capitalistas pues trabajan para sacar provecho de un mundo violento y desigual.
Históricamente, la inclusión y el respeto a la dignidad de las personas, la justicia social y la igualdad siempre han sido el combustible político más revolucionario.
Históricamente, sostener el odio a las diferencias inherentes a la naturaleza humana y la consecuente exclusión han sido el fundamento de todo proyecto colonial, hoy lo vemos en Gaza.
Porque el antimperialismo empodera a los pueblos a tomar el control de su propio destino para liberarse de las cadenas que los oprimen, por lo que un gobierno no puede ser antimperialista mientras oprime cuerpos, identidades, vidas y dignidades. No hay liberación si no es de todas las cadenas.
Porque como demostró Max Weber (1904) el espíritu del capitalismo es la ética cristiana evangélica, cuya base es el individualismo, la salvación individual. No hay emancipación verdadera si se pisotean vidas en nombre de ideologías.
Porque nada es más fascista que desestimar los derechos individuales, colectivos y difusos, en la búsqueda de un orden social homogéneo, que niega la pluralidad de la naturaleza humana.
¡Vamos a la marcha a denunciar, a expresar nuestra rabia y vergüenza al ver cómo se promociona el odio, la exclusión y no se allana la violencia! Nuestra rabia es lúcida. Y nuestra vergüenza es política.
¿Orgullo por vivir sin dignidad?
¿Orgullo por resistir sin esperanza?
¿Orgullo mientras hay un genocidio y amanece la tercera guerra mundial?
¿Orgullo mientras Netanyahu, Trump, Putin, Milei, Musk, Orbán, Bukele, Merz, Boluarte, Meloni… siembran odio en el mundo?
Tomemos las calles para reclamar el derecho a una vida con sentido.
Debemos abrir los ojos como población y saber que estamos ante el desmembramiento de las instituciones que creamos para defendernos y pareciera que está en juego la vigencia misma de la declaración universal de los derechos humanos: el derecho internacional ya ha sido derogado con misiles.
Sentimos furia y seguimos tomando los espacios que tenemos, como las marchas, para mostrar nuestro descontento, con mucha conciencia política, pensamiento crítico y reflexivo, para que conceptos como democracia, libertad, mundo libre, revolución, derechos, orden internacional, Estado de Derecho, desarrollo sostenible, objetivos del milenio, etc., vuelvan a llenarse del significado que el racismo, el machismo, el fundamentalismo, el capitalismo, el fascismo y el terrorismo les han saqueado. Porque el conocimiento es resistencia, la ternura trinchera y la solidaridad, la coexistencia pacífica y el autocuidado armas poderosas para desenmascarar al odio y la ignorancia que se ocultan tras la violencia, mientras construimos ese mundo que cada persona humana merece.
Históricamente, la inclusión y el respeto a la dignidad de las personas, la justicia social y la igualdad siempre han sido el combustible político más revolucionario.
Históricamente, sostener el odio a las diferencias inherentes a la naturaleza humana y la consecuente exclusión han sido el fundamento de todo proyecto colonial, hoy lo vemos en Gaza.
Porque el antimperialismo empodera a los pueblos a tomar el control de su propio destino para liberarse de las cadenas que los oprimen, por lo que un gobierno no puede ser antimperialista mientras oprime cuerpos, identidades, vidas y dignidades. No hay liberación si no es de todas las cadenas.
Porque como demostró Max Weber (1904) el espíritu del capitalismo es la ética cristiana evangélica, cuya base es el individualismo, la salvación individual. No hay emancipación verdadera si se pisotean vidas en nombre de ideologías.
Porque nada es más fascista que desestimar los derechos individuales, colectivos y difusos, en la búsqueda de un orden social homogéneo, que niega la pluralidad de la naturaleza humana.
¡Vamos a la marcha a denunciar, a expresar nuestra rabia y vergüenza al ver cómo se promociona el odio, la exclusión y no se allana la violencia! Nuestra rabia es lúcida. Y nuestra vergüenza es política.
¿Orgullo por vivir sin dignidad?
¿Orgullo por resistir sin esperanza?
¿Orgullo mientras hay un genocidio y amanece la tercera guerra mundial?
¿Orgullo mientras Netanyahu, Trump, Putin, Milei, Musk, Orbán, Bukele, Merz, Boluarte, Meloni… siembran odio en el mundo?
Tomemos las calles para reclamar el derecho a una vida con sentido.
Debemos abrir los ojos como población y saber que estamos ante el desmembramiento de las instituciones que creamos para defendernos y pareciera que está en juego la vigencia misma de la declaración universal de los derechos humanos: el derecho internacional ya ha sido derogado con misiles.
Sentimos furia y seguimos tomando los espacios que tenemos, como las marchas, para mostrar nuestro descontento, con mucha conciencia política, pensamiento crítico y reflexivo, para que conceptos como democracia, libertad, mundo libre, revolución, derechos, orden internacional, Estado de Derecho, desarrollo sostenible, objetivos del milenio, etc., vuelvan a llenarse del significado que el racismo, el machismo, el fundamentalismo, el capitalismo, el fascismo y el terrorismo les han saqueado. Porque el conocimiento es resistencia, la ternura trinchera y la solidaridad, la coexistencia pacífica y el autocuidado armas poderosas para desenmascarar al odio y la ignorancia que se ocultan tras la violencia, mientras construimos ese mundo que cada persona humana merece.