Un reto para los Movimientos LGBTI en Venezuela
Los movimientos sociales LGBTI no son distintos a otros movimientos sociales, todos emergen en la búsqueda de respuestas a las vulneraciones percibidas dentro de un sistema socio-económico, político y cultural. Estan interconectados con todo cuanto existe, incluyendo otros movimientos que les alimentan incluso cuando les afectan, por lo que evolucionan, se transforman para ofrecer mayores y sostenibles transformaciones a la sociedad.
Aislarse, encerrados en burbujas de egocentrismo, protagonismo, lidercéntrismo, nos hace incoherentes, nos ahoga, pues no solo son actitudes que niegan la multifactorialidad de fuerzas que juegan el juego de la exclusión, sino que nos incorpora a ellas.
Si la militancia activa (y aquella que desde las sombras se hace eco), no hace suya y protagoniza su lucha, no se imbuye primero en el proceso de autopercepción, de quién soy, de aceptarse y respetarse desde la conciencia, si no evalúa hacia dónde va, desde dónde parte, cómo se moviliza hacia allá, el movimiento no solo es absurdo, sino que está destinado a estancarse quizá en la inmediatez de lo reivindicativo.
Los movimientos sociales LGBTI debemos hacer abstracciones profundas del sistema económico, político y social globalizado y entender sus intereses, evitando responder con conformismo a las racionalidades de las fuerzas dominantes encarnadas en instituciones tales como los partidos políticos, iglesias, poderes públicos, academias, ciencia, el lenguaje y sus buenas intenciones. Desde las cuales se nos impone un modelo único de concebir y observar la realidad, un “orden natural” de la familia, la salud, la educación, las leyes, la palabra, desde la bipolaridad que se enquista en los imaginarios colectivos. Es así como lo bueno/malo, saludable/patológico, humano/inhumano, superior/inferior persiguen el sostenimiento de su hegemonía, protegiéndose a sí y no a las personas. En este punto es menester consolidar lo formativo no solo hacia afuera sino hacia adentro, siempre desde la mirada compartida, crítica y reflexiva.
El empoderamiento, visto como un proceso de comprensión de lo que somos y de esa mirada que se ha construido desde afuera sobre eso que sentimos que somos, es lo que inicia el proceso libertario del centro a las orillas, para que individualmente y desde lo cotidiano en el hogar, la escuela, la calle, el trabajo, actuemos en congruencia con la plena libertad.
Debemos asumirnos como creadores de sociedades, redefinimos el rumbo consolidándonos, hilvanando relaciones más dinámicas, integrando feminismo, diversidad sexual, partidos políticos, instituciones, pero en especial otros movimientos sociales, sin descaracterizaciones, sin individualismos ni competitividad, superando vicios y conflictos, que nuestros pasos avancen para derribar el muro de la opresión, de la injusticia y la inequidad y no para seguir colocando bloques sobre el mismo.
Generando alianzas firmes convocadas a la complementariedad que allana caminos hacia el mismo horizonte, es que los beneficios individuales se traducen en beneficios comunes.
Es un reto esencial para los movimientos sociales LGBTI el no paralizarse en un entorno de alta incertidumbre como el que representa la realidad venezolana, asumir la educación constante desde el cuestionamiento racional y objetivo de las subjetividades instauradas, apropiándonos del lenguaje y del conocimiento como recurso para libertarnos a nosotrxs mismxs y no quedemos a la espera de ser libertadxs. Evitando ser pesimistas, llenándonos de desmotivaciones basadas en la consideración de que hay espacios, personas y momentos más apropiados que otros. Recordemos que los cambios sociales jamás han sido rápidos, sencillos ni lineales y que del empeño que pongamos a favor de desarticular las fuerzas dominantes depende nuestro futuro, el de todas las personas y todas las familias.
Por Giovanni Piermattei