Del Miedo al Odio: el lenguaje importa


La palabra Homofobia se usa hoy día para referirse a las conductas violentas (en variadas formas y niveles) hacia las personas cuya homosexualidad es real o percibida (varones gays y mujeres lesbianas). Incluso, la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Asociación Americana de Psiquiatría (APA) utilizan con frecuencia el término para referirse a este tipo de comportamientos. Una muestra de ello es que invitan cada año a celebrar el Día Internacional Contra la Homofobia (IDAHOT, siglas en inglés), lo que ha legitimado el uso de esta palabra. Sin embargo, en los manuales de psiquiatría no figura “homofobia”, “lesbofobia”, bifobia”, “interfobia”, “trasfobia” ni “LGBTIfobia” entre las categorías de fobias, es decir, no es considerado un trastorno, como sí lo son la agorafobia o la claustrofobia.

Los diccionarios y manuales de Psiquiatría definen la palabra fobia de la siguiente manera:
  • Tipo de trastorno de ansiedad que genera un temor intenso, irracional y compulsivo hacia una persona o cosa.
  • Odio o antipatía intensa por alguien o algo.
En cuanto a la primera acepción, es común asociar la fobia a un trastorno compulsivo del cual el individuo tiene poco control, como sucede con la persona aracnofóbica, quien es consciente del poco peligro que constituye una araña para su salud, pero no puede controlar el sentimiento de pánico al ver una. Mas, no queda claro cómo se aplica la palabra para referirnos a un comportamiento consciente de una persona que agrede a otra por razón de su orientación sexual o su identidad de género, pues esta aversión no descansa en impulsos o temores sino en estereotipos y prejuicios. El debate sobre esta ambigüedad no es nuevo.

La clasificación de odios sociales en términos intermedios o inofensivos ha sido utilizada históricamente para brindar inmunidad al que actúa defendiendo las creencias del poder hegemónico. Recordemos que incluso en nuestros días se sigue justificando crímenes misóginos con base en supuestas reacciones “naturales” como los celos. Recordemos, también, la cuestionada “enfermedad de Kempf”, mejor conocida como pánico homosexual (gay panic, en inglés), por medio de la cual se intenta justificar, como demencia temporal, los crímenes violentos hacia personas homosexuales en los Estados Unidos. Un ejemplo de ello es el caso de Mathew Shepard en 1998.

Como vemos, asociar la palabra fobia con otros términos para significar el rechazo u odio a grupos de personas (como xenofobia, homofobia, entre otras) ha generado no pocas confusiones e incluso ha sido alegado judicialmente como justificación para gravísimos crímenes de odio. Poco favor hace a la lucha por una vida libre de miedos y de violencias el seguir utilizando nombres que, aunque han sido parte importante en nuestras luchas históricas como movimientos LGBTI, son utilizados de igual forma para disminuir la carga semántica de los crímenes cometidos por razón de odios sociales.

Con base en estas apreciaciones, nos preguntamos: ¿por qué enmascarar el odio, usando eufemismos tales como “homofobia”? ¿Por qué disculpar ese odio, victimizar a las agresoras y quitarles responsabilidad? ¿Por qué permitir que el odio se proteja tras el derecho a la libertad de expresión u opinión? ¿Por qué seguir usando términos que ocultan el trasfondo histórico que trae consigo cada crimen de odio?

Los crímenes de odio no sólo violentan la vida de la víctima, sino que se transforman en un mensaje intimidador, amenazante al grupo, y, ante la ausencia de sanción, se convierte en un mensaje apologético a potenciales agresores que comparten los mismos sentimientos. Es por ello que organismos internacionales como la ONU recomiendan la punición de conductas asociadas a este sentimiento, incluso las que se engloban bajo el concepto de “discursos de odio”.

Estas conductas odiantes, aunque no son trastornos de salud mental, sí generan muchos problemas psicológicos, emocionales, sociales y políticos en nuestras sociedades. Es nuestra responsabilidad como movimientos LGBTI desenmascarar estas violencias, visibilizarles como lo que son: odios sociales, anclados culturalmente por medio de un sistema cis-hetero-patriarcal. Mal podríamos continuar legitimando esa percepción que se tiene de las personas que nos odian llamándolas LGBTIfóbicas, repitiendo sistemáticamente un discurso que las hace ver como víctimas.

Venezuela Igualitaria, siendo congruente en su discurso sobre la importancia del lenguaje y su poder de transformación, hoy nos sumamos a otros movimientos de nuestra américa, en la sustitución de la raíz “fobia”, por la de “odio”, y la sustitución del sufijo “–fóbico(a)” por “–odiante”, de acuerdo a lo expresado en la siguiente tabla:

Homofobia, Lesbofobia, Bifobia, Transfobia --> Homo-odio, Lesbo-odio, Bi-odio, Trans-odio
Interfobia --> Inter-odio
Homofóbico(a)(s) --> Homo-odiante(s)
LGBTI fobias, LGBTI fóbico(a)(s) --> LGBTI-odios, LGBTI-odiante(s)

Donde, siguiendo la misma construcción de la palabra homofobia, LGBTIfobia, etc. (palabras derivadas de homosexual, lesbiana, bisexual, transgénera, transexual o intersexual), los términos LGBTI-odio, homo-odio, etc., se refieren al sentimiento profundo e intenso de rechazo hacia alguien que provoca el deseo de producirle daño o que le suceda una desgracia. Por consiguiente, la persona LGBTI-odiadora u odiante, es la persona que siente este profundo rechazo hacia las personas LGBTI que conlleva el deseo de herirlas psicológica o físicamente, el cual descansa en las ideas y prejuicios negativos que ha aprendido de la cultura cis-hetero-patriarcal, la cual le dota de la autoridad de ejecutar acciones bajo el pretexto de preservar los valores de la misma.

En este sentido, un crimen LGBTI-odiante, lesbo-odiante, trans-odiante, etc., es aquel que comete una persona basado en las ideas y prejuicios que tiene sobre las personas que pertenecen o son percibidas parte de estos grupos con la intención de advertir a otras de no comportarse de manera diferente a la hegemónicamente establecida, todo ello en defensa de la ideología hegemónica dominante, esta es, la ideología patriarcal.

Estos cambios no son nuevos en nuestra lengua. Ya en otras latitudes, desde hace algunos años, se han venido utilizando estas nuevas y más apropiadas formas de nombrar, señalar y denunciar las conductas que son o devienen en crímenes de odio hacia nuestra población. Así es que, desde Venezuela Igualitaria promovemos estos términos para ser utilizados en todos los espacios públicos y privados con el fin de concientizar sobre la peligrosidad de estas conductas, para que de ninguna forma puedan ser tomadas a la ligera como simples formas naturales de comportamiento sino que sean vistas como lo que son: graves ODIOS sociales.