Un Pastor que aspira derrumbar el Estado para agrandar su Iglesia

Mucha ha sido la bulla que se ha hecho en torno a las recientes declaraciones del pastor Evangélico Javier Bertucci, como candidato a las elecciones presidenciales en Venezuela 2018, en torno al tema de las demandas de la población LGBTI y el Aborto.

A pesar de desestimarle como promesa electoral y desde el merecido respeto que merecen los dogmas religiosos de la cristiandad venezolana, no desconocemos el peligro que enfrenta Venezuela ante el supuesto negado de su triunfo y la impostura de un gobierno fundamentalista teocrático.

En primer lugar es importante rescatar el significado que tiene el “hacer política” que es el de procurar a través de acciones, el beneficio de grupos ciudadanos, que en el caso de la política de Estado abarca a toda su ciudadanía, lo cual para un Pastor que incursiona en el mundo de la política de Estado está muy lejos de ofrecer, pues su agenda es moral y no técnica. Una cosa es movilizar gente en torno a una fe compartida y otra ser gestores de ciudadanía en cuanto a economía, seguridad, salud, etc., donde no tiene nada que ofrecer, lo cual deja en evidencia cuando declara que no aprobaría el Matrimonio Igualitario porque “Los niños no pueden tener mamá-mamá o papá-papá", desconociendo, en primera instancia la realidad, pues ya existen hijos e hijas de dos mujeres o dos hombres (trans y cisgénero) y por otro lado que existe un sistema de derechos humanos que no puede obviar sin preguntarse “alto quien vive”, pues al sostener al margen de la ley la realidad cuestiona su supuesto ánimo de forjar un cambio para todas las personas.

Por otro lado, así como hay variedad de feminismos, o formas de activismos LGBTI, la cristiandad venezolana está esparcida en una población mayoritariamente católica seguida de la evangélica, entre otros, pero que también están fragmentados en otros más pequeños, unos conservadores otros más tolerantes, aunque católicos y evangélicos puritanos se dan la mano en estos temas de discriminación. Con esto queremos aclarar que no todos los frentes cristianos son frontalmente excluyentes de la diversidad y el valor del respeto a los derechos humanos universales.

No es posible hablar del tema sin enfatizar en la laicidad del Estado venezolano, a pesar de las incongruencias notables en acciones y discursos de funcionarixs públicos de distintos rangos (donde el mismo Presidente es partícipe) aludiendo a asuntos vinculados a la fe y haciendo misas, por ejemplo, el Artículo 59 de la CRBV es determinante, cada quien a lo suyo. No se debe mezclar la religión con la política y menos el Estado con la Iglesia. Es muy peligroso que este pastor quiera llegar a la presidencia mintiendo por una parte (llamándose Laico) y por otra imitando al pastor de Costa Rica vendiéndose como una promesa de Dios, porque definitivamente instauraría una forma de dictadura sin mayores diferencias las establecidas por fanáticos religiosos musulmanes, que nos conduciría a sociedades como las grandes teocracias islámicas fundamentalistas que asedian, se condena con prisión y hasta con la muerte a las personas LGBTI.

El pastor Bertucci además es dueño de su iglesia, es un empresario que se ha visto rodeado de evasión de impuestos en paraísos fiscales, no hablamos de una persona pobre, con intereses mucho más particulares que sociales, aspira una posición de poder, para dominar a la gente a partir de la fe, para conspirar y forjar un gobierno más corrupto y fascista, tal como administran el negocio de la fe de sus creyentes, manipulados con la idea de que cuanto más dinero tienes más bendecido por Dios estás, nada más distante de los valores del cristianismo primitivo, que apuntaban más al colectivismo. Pues con su dinero e influencia compran y construyen más iglesias, estadios y medios de comunicación, el arma más poderosa de dominación.

Votar por este candidato es votar en contra de la paz, la igualdad, de los derechos de las minorías, y un retroceso civilizatorio, vendiendo un discurso próvida, profamilia, pero solo para algunas vidas y para algunas familias, la que encajan en sus modelos, en un perfil construido desde su propia interpretación de lo que llaman valores cristianos. Finalmente no queremos dejar por fuera que no hay registro en los evangelios canónicos de Jesús refiriéndose a la homosexualidad, pero sí lo hay de cuando impidió que apedrearan a una mujer adúltera —si hablamos de asuntos sexuales— con su frase lapidaria: quien esté libre de pecado que lance la primera piedra (Juan 8:1-11); entonces, si Jesús hizo un nuevo pacto que deroga las leyes de Moisés, donde sí se establece pena de muerte para las mujeres adúlteras y para los homosexuales, ¿por qué este cristiano evangélico no sigue las pautas de Jesús? Jesús dio el nuevo mandamiento del amor: amarnos unos a otros como a nosotros mismos, y mira que los homosexuales lo hacemos al pie de la letra.

Sin embargo, el mismo Pablo de Tarso, un judío que no conoció a Jesús y quien incorporó textos machistas y homofóbicos en el nuevo testamento, dijo en su carta a la iglesia de Galacia:
Gálatas 3:28

Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús

que es el principio que están aplicando iglesias evangélicas luteranas en Alemania, por ejemplo, para abrir sus puertas a la cristiandad homosexual, que también existe, haciendo servicios o misas evangélicas pidiendo por el respeto a los derechos humanos: ese es el tipo de cristianismo que saludamos, uno que sea coherente con los mandatos de Jesús y, por tanto, respetuoso de las leyes humanas, en el caso de Venezuela, el art. 59 de la Constitución.